La historia de éxito de un CEO que se desplomó
De 0 a 1.000 en menos de cuatro años y de 1.000 a 0 en un día. Esta sería la gráfica que representaría la evolución de Jobin, la aplicación B2C para contratar a profesionales cercanos para servicios del hogar que cofundó Jorge Oliveros en 2015, con 23 años de edad y recién finalizado en la Carlos III los estudios de Derecho y Administración y Dirección de Empresas. Aunque ya había puesto en marcha otras iniciativas, éste fue su primer éxito emprendedor.
Hoy, con 32 años, es CEO de otro proyecto que triunfa: Wolly, un partner para proveer de servicios de hogar de valor añadido para la industria B2B, concretamente en los sectores asegurador, retailer e inmobiliario. Pero el Jorge Oliveros que capitaneaba Jobin, poco tiene que ver con el Jorge Oliveros que hoy dirige Wolly porque, entre medias, han pasado cosas.
El ‘Jorge Oliveros’ de Jobin
Emprender en España hace 8 o 9 años era casi una fiesta. Para engatusar a los inversores, parecía suficiente con ser joven, inteligente, ambicioso e incluir al final del power point una serie de diapositivas mostrando diagramas con el tamaño del mercado y, en función de éste, la proyección financiera a 3-5 años. Más que un pecado de ingenuidad, era un momento de euforia tecnológica, de miedo a perderse una oportunidad y de un enfoque desmedido en el crecimiento por encima de la rentabilidad.
Hoy las reglas del juego son otras, pero a Jorge Oliveros le tocó vivir el boom de las startups. Entonces no sentía reparo al declarar abiertamente que lo suyo era ser emprendedor, triunfar y, ya de paso, hacerse millonario. Motivos para creérselo no le faltaban. Con Jobin pasó por diversas aceleradoras, recogió premios al emprendimiento innovador y levantó cerca de 3 millones de euros de inversión privada.
Distintas eran las métricas de la facturación donde lo más que logró alcanzar fueron 700.000 euros anuales. “Pero vamos, como en ese momento la prioridad no era facturar, sino crecer, lo importante fue que llegamos a gestionar miles y miles de servicios del hogar en apenas 3 años con una base de profesionales gigantesca”, recuerda Oliveros el único de los tres socios fundadores de Jobin que, como CEO, solía dar la cara ante los focos.
El gran error
En ese afán de crecimiento y confiando en la buena marcha de la compañía, deciden dar entrada a un socio industrial como inversor “que básicamente era un competidor directo de Jobin en ese momento, pero que quiso entrar para tener cierto control”.
A finales de 2019, Jobin acomete una nueva ronda de inversión para dotar de liquidez a la organización. Tras varios meses de negociaciones, resultó que ese socio industrial decidió ejecutar su derecho a veto en el consejo de administración y bloquear la operación “para matar el posible desarrollo de un player que pudiera hacerle. Hicieron un jaque mate a la empresa”.
La noticia la recibió Oliveros el 24 de diciembre de 2019, con el mercado de inversión cerrado por Navidad y sin capacidad de maniobra para reconducir la operación de inversión. En esa fecha Jobin era todavía un negocio muy potente, con casi 40 empleados, más de un centenar de inversores, miles de clientes y más de 17.000 profesionales activos en la plataforma. Semanas después, el 14 de febrero de 2020, Jobin ejecuta un ERE y presenta un concurso de acreedores en situación de insolvencia.
El desplome
El proceso concursal fue positivo. Oliveros pudo demostrar que no actuó de mala fe, acreditar la buena gobernanza y acometer el cierre ordenado de la empresa. Ello, sin embargó, no le libró de una especie de linchamiento por parte de algunos de los profesionales autónomos que no entendieron cómo una empresa puede ir un día como un tiro y al día siguiente cerrar. Señalar también que Jobin había apalancado su financiación en el modelo del working capital, un riesgo empresarial que muchas compañías siguen asumiendo.
Estos pequeños acreedores no tuvieron dificultad para dar con la dirección de Oliveros sometiéndole a asedios en su propio domicilio. Es entonces cuando el fracaso empresarial trasciende a lo personal.
“Fue un momento muy difícil. Por mucho que haya una empresa y un directivo, lo que hay detrás de eso es una persona, concretamente un chaval que en ese momento no tenía ni 30 años. Entiendo que todos tienen derecho a defender lo que es suyo y de sus familias, pero también yo me vi en la obligación de responder ante una empresa de la que era CEO. Lo viví como un trauma bastante importante del que salí perjudicado mentalmente«.
Optó por la catarsis. Se recluyó en sí mismo, rompió con todo, incluido la novia con la que estaba a punto de casarse, y decidió ponerse él mismo a la cabeza de su lista de prioridades, con apoyo psicológico primero y luego ya tirando de la consabida resiliencia del emprendedor.

El resurgir con Wolly
La cara positiva de todo lo vivido se le presentó a Oliveros el día que el mercado supo valorar la experiencia acumulada y su background como emprendedor. Fue concretamente Mobius Group, grupo industrial especializado en la gestión de flotas para operadores de movilidad el que, optando por diversificar su oferta de servicios, decidió, en sede de concurso, adquirir los intangibles de Jobin, concretamente su tecnología y la base de datos. Semanas después deciden también poner a Oliveros al frente del proyecto con Gonzalo Delgado como director de operaciones (COO).
Así es como nace Wolly hace cuatro años bajo el paraguas del grupo industrial, donde Oliveros desempeña el rol de CEO con pleno derecho de ejecución y un 25% de la propiedad de la compañía que hace dos años vendieron a un grupo inversor. Ahora mismo Wolly está financiada principalmente por fondos de capital riesgo españoles e internacionales, así como inversores de la talla de Íñigo Juantegui, Felipe Navío, el Family Office de la familia Gómez Trénor o el Family Office de la familia eh Royo, entre otros.
El éxito renovado
Como proveedor de servicios de hogar para la industria B2B también Wolly es una compañía que empieza rápidamente a crecer. El primer año logran cerrar acuerdos con compañías aseguradoras del tamaño de Mutua Madrileña, Pelayo o A.M.A., principalmente como partner para gestión de siniestros no cubiertos en las pólizas de hogar.
En el segundo año validaron el mercado retail ofreciendo su servicio de marketplace de instalaciones a grupos como Leroy Merlin, Bauhaus o Amazon, y en el tercer año abordaron el real estate inmobiliario con acuerdos con Clicalia, Neinor, Idealista, Aedas Homes, y más. Reparaciones, instalaciones y reformas son los servicios que ofrecen básicamente.
Actualmente, tras cuatro años de rodaje, Wolly cuenta con más de 35 partnerships B2B, más de 25 empleados, una red nacional de más de 20.000 profesionales cualificados y una facturación que el año pasado se puso en 1.200.000 euros y que este año esperan convertir en más de 3 millones.
No van mal teniendo en cuenta que en el primer trimestre del año en curso Wolly alcanzó la rentabilidad estructural lo que le permite presumir de EBITDA positivo y de un crecimiento del 100% en facturación respecto al mismo periodo del año anterior. Con la rentabilidad ya alcanzada, la compañía se prepara para abrir una nueva etapa de internacionalización.
Triunfar con significado
Aunque Wolly podría cerrar el año facturando 4 millones y no con 3, a Oliveros ahora parece darle pudor inflar demasiado las expectativas, prefiere quedarse corto. Pero también se muestra más sabio tras haber extraído algunas lecciones de lo vivido, válidas también para el resto del ecosistema, entre las que señala:
No todo está bajo tu control. “Hay casuísticas que tú realmente no puedes controlar, aunque sientas que sí”.
Los compañeros de viaje: “Tienes que tener a tu lado personas que estén dispuestos a dar lo mismo que tú o más. Esa es una de las grandes virtudes de mi socio Gonzalo Delgado, clave en el éxito de la compañía de hoy y apoyo fundamental para mi.
Priorizar la rentabilidad. Sin en Jobin las cifras de la inversión superaban con creces a la rentabilidad, ahora la proporción es a la inversa.
Otra forma de gestionar la red de profesionales. Aunque en Wolly siguen colaborando con profesionales autónomos como hacían en Jobin, la forma de gestionar la red es radicalmente distinta. Primero, es una red de calidad totalmente homologada y al corriente con todas las obligaciones legales. Han cambiado también el modelo de pago para evitar situaciones como las vividas en Jobin de manera que, cuando la prestación de un servicio queda validado, el profesional recibe el importe que corresponda automáticamente o a cierre de mes . “Ahora vamos alineados con el momento de cobro y pago evitando decalajes”.
El ecosistema llega hasta donde llega. Tras una serie de años debajo de los focos, el cierre de Jobin fundió a negro la imagen de Jorge Oliveros. Al ecosistema le reprocha la falta de coherencia y de apoyo, ese ecosistema al que se le llena la boca hablando del «aprendizaje del fracaso» y de “te lo dije” o “se veía venir”, cuando realmente fracasas.
El ‘Jorge Oliveros’ de Wolly
A la pregunta de cuál piensa que fue su mayor error, responde: “Yo creo que la ingenuidad y la toma de algunas decisiones sin valorar el riesgo. Al final, yo acababa de salir de la universidad con ganas de comerme el mundo. No supe ver muchas cosas de las que hoy por hoy he visto y rodearme de las personas adecuadas”.
Ahora, la mayor diferencia entre el Jorge de Jobin y el de Wolly es la madurez, aunque solo tenga 32 años, logro alcanzando a base de palos pero que, a toro pasado, casi agradece haber recibido. “Sí, he aprendido a caerme y agradezco realmente haberme caído porque la persona que soy hoy es 10.000 veces más solvente que el tío que estaba hace 9 años emprendiendo”.
Y si en los comienzos el objetivo de Jorge Oliveros era ser millonario, la pregunta que cabe hacerse es ¿y ahora para qué emprende? Esta es la respuesta:
“Del joven de hace 9 años queda ser un enamorado de la vida en general y un apasionado de mi trabajo y del emprendimiento. La ilusión y las ganas de hacer son exactamente las mismas. Lo que ha cambiado es la forma de cómo ambicionar las cosas. Ahora el concepto de millonario lo asimilo a riqueza de vida, a las personas que te rodean, a la dignidad, a lo que aportas a la sociedad…La ambición desmedida, luchar solo por dinero, te convierte en una persona tremendamente infeliz. Si hace 9 años me levantaba cada mañana con el ‘goal’ de ser millonario, ahora lo hago con el de ser feliz con la vida que tengo y eso es algo que me proporciona el emprendimiento. Creo que es para lo que he nacido”.